miércoles, 19 de enero de 2011

TRASTORNO DE PANICO O CRISIS DE ANGUSTIA

             El Trastorno de pánico (o ansiedad paroxística episódica), se caracterizaría por “crisis recurrentes de ansiedad grave (pánico) no limitadas a ninguna situación o conjunto de circunstancias particulares”. Son, por lo tanto, imprevisibles.
             Los síntomas varían de un caso a otro, de una persona a otra, pero los más frecuentes son: taquicardia, dolor en la zona del corazón, sensación de asfixia, mareo o vértigo y, muchas veces, sensación de irrealidad (lo que se conoce como síndrome de despersonalización y/o desrealización). Casi siempre estos síntomas son acompañados por miedo a morir (sensación de muerte inminente), a perder el control o a enloquecer. Cada crisis suele durar sólo unos minutos, desde unos pocos a 20’, raramente más.


                         

              Muchas veces el miedo, el dolor torácico o la asfixia, y los síntomas vegetativos (sudoración, nauseas, vómitos…), se tornan tan insoportables que la persona huye del lugar en que se encuentra. Después de un ataque de pánico, la persona empieza a temer que se repita, y a evitar lugares similares a aquel en que se produjo el ataque (los restaurantes en el caso mencionado y, por extensión, todo lugar en que haya mucha gente y no permita una rápida huida). La repetición de los ataques de pánico termina por producir una fobia a estar solos o a ir a lugares públicos, por lo que es muy frecuente que el Trastorno de Angustia se acompañe por Agorafobia: temor angustioso a los grandes espacios y a los espacios abiertos.

             Resulta particularmente llamativo el temor a sufrir una crisis en un lugar público, bajo la presencia de desconocidos. Una enorme vergüenza a ser visto en ese estado angustioso. Finalmente, la persona termina por tener pánico al pánico. Por lo que empieza por evitar ciertas circunstancias que le parecen favorecedoras de las crisis, y termina por limitar el conjunto de su vida en función del intento de evitar la repetición de estos ataques.
ANGUSTIA AUTOMATICA

                Queda expresado entonces que, después de la primera crisis de pánico, la angustia ya no está sólo en relación con sus causas originales, sino también con el propio recuerdo de la situación en que se produjo ese ataque, que funciona como una situación traumática (el miedo al restaurante, medio de transporte o al lugar público o privado en que se produjo), potencialmente capaz de desencadenar una nueva crisis.
El ataque de pánico corresponde así a lo que se ha dado en llamar “angustia automática”: reacción angustiosa ante una situación traumática. La persona se encuentra invadida por una cantidad de excitación (por causas externas o internas) que la desborda y no puede controlar, produciéndose un desencadenamiento de angustia, o sus equivalentes síntomas somáticos, de forma automática, sin que llegue a producirse un pensamiento que justifique esa angustia y, muchas veces, sin aviso previo, por lo que la coge desprevenida.

             Muchos autores han encontrado en los síntomas característicos (asfixia, taquicardia, etc.) una reproducción de los producidos en el primer trauma de todo ser humano, mucho antes de que pudiera llegar a representarse lo que experimenta: el trauma del nacimiento.

SEÑAL DE ANGUSTIA

Después del primer ataque, cuando la persona se encuentre en una situación potencialmente “peligrosa”, por reproducir las circunstancias en que se produjo el ataque, se reproducen los síntomas aunque en forma atenuada, lo que sirve al individuo como señal de alarma para una reacción defensiva (generalmente la huida). Se trata de lo que conocemos como “angustia señal”, que surge ante un indicador conectado con la situación que originalmente provocó el ataque de pánico (en inglés se llama panic button al botón de alarma).

SIN CAUSA APARENTE

            En la clínica el ataque de pánico, o trastorno de angustia, casi nunca se presenta solo. A poco que se escarbe siempre aparece otra problemática de la que el ataque de pánico es su manifestación más aparente y a la que, precisamente por la aparatosidad de sus síntomas, enmascara: hipocondría, agorafobia, alguna otra fobia, trastornos del sueño, distimia u otro trastorno del estado de ánimo, somatizaciones, trastornos de la personalidad, conflictos en las relaciones con otras personas, y un largo etcétera.


Manuel J. Gómez M.
Electrónica del Estado Sólido
Sección: 02
 

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